“La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia”, proclama el papa Francisco.
Por lo tanto, en honor al amor que se expresa en el matrimonio y la familia, nos unimos gozosos como sus obispos en California para presentar ‘Qué Brille el Amor’ – una nueva iniciativa que promueve y anima el matrimonio. Ofrecemos esta iniciativa por un año al rebaño que Dios nos ha confiado, dedicándonos a celebrar y alentar el amor conyugal para que vivan plenamente la gracia del matrimonio y la vida familiar.
El matrimonio es una institución muy querida por Dios. Esta unión de una mujer y un hombre es a la vez: una expresión singular del anhelo humano por un amor constante; la fuente de nueva vida y del bien común en la sociedad, y una manera clave por la cual Dios nos comunica información vital sobre sí mismo y sobre la naturaleza humana. Esto es porque el matrimonio nos da una mirada penetrante a la identidad de Dios como comunión de Personas. Es un modelo de cómo Él nos ama y cómo debemos amarlo a Él y a nuestro prójimo.
Sin embargo, en nuestro mundo de hoy muchos han caído en la desesperación del matrimonio, por lo cual está en pleno declive. En Estados Unidos, las personas pobres y marginadas lo consideran cada vez más un lujo inalcanzable. Y la unidad entre el matrimonio y el tener hijos se está rompiendo, con consecuencias desafortunadas.
Al llamar la atención a estas pérdidas y ofrecer ayuda, no estamos fomentando una nostalgia por el ayer ni intentamos imponer a la política y la sociedad exigencias religiosas. Tampoco representa una opinión de que todo el mundo debería casarse. Más bien, es una propuesta para promover la felicidad y la libertad humana, especialmente entre los grupos vulnerables. Es también una propuesta que armoniza la fe y la razón natural, que surge de los mismos impulsos serviciales mediante los cuales nuestras escuelas católicas educan a los niños, nuestros servicios sociales atienden a los pobres y nuestros ministerios de salud cuidan a los enfermos.
Casi todas las culturas a lo largo de la historia humana han apoyado las relaciones estables entre hombres y mujeres y los hijos que tienen. Eso es matrimonio. Hoy tenemos evidencia científica, que viene de todo el espectro ideológico, que justifica esta preocupación, sin lugar a dudas. El matrimonio sustenta la felicidad humana, la estabilidad y la prosperidad. Es el entorno ideal para criar a los hijos hacia una vida adulta saludable. La inestabilidad familiar y los padres de familia ausentes o que no se involucran –especialmente los papás ausentes– están vinculados con la pobreza, la delincuencia, la educación y el empleo inadecuados y toda una serie de otros males sociales. La caída progresiva del matrimonio genera soledad entre los adultos y contribuye a la desigualdad de ingresos y oportunidades entre los distintos grupos raciales y socioeconómicos.
En efecto, los estudios recientes rechazan claramente décadas de opiniones falsas de que el matrimonio limita la libertad y la felicidad, o que el desligar el sexo, el matrimonio y el tener hijos incrementa la satisfacción romántica. Lo más preocupante es que la aceptación sin críticas de estas creencias a menudo tiene consecuencias desastrosas e imprevistas para los hijos.
La Sagrada Escritura fortalece la evidencia que tenemos por razón natural. Al principio, Dios dice que “no conviene que el hombre esté solo” (Gn 2,18). Jesús reafirma la importancia de la unidad conyugal de por vida (Mt 19,6). San Pablo enseña que el matrimonio ofrece un acercamiento privilegiado al misterio del amor de Dios por su pueblo (Ef 5,32). Y el Evangelio relata la advertencia de Jesús de que la manera de amar de Dios –con fidelidad y entrega que dan fruto– debe ser también la medida del amor humano al prójimo (Jn 13,34 y 15,8-17).
San Juan Pablo II llamó a la familia una “escuela de amor”. Es donde un hombre y una mujer aprenden a dar y recibir los dones complementarios con los que están dotados. Es donde los miembros de la familia aprenden por primera vez a amar a esos “prójimos” muy cercanos que se encuentran en su camino –al estilo del Buen Samaritano– con paciencia, perseverancia, misericordia e incluso frente a grandes diferencias. Es así como podremos compartir este amor con quienes están fuera de la familia en la sociedad.
En palabras del papa Francisco, la complementariedad en el matrimonio y la vida familiar “no sólo es un bien, sino que es también belleza”. Responde al anhelo humano de un amor duradero; es una bendición para niños vulnerables, la base de una sociedad sana, un motor de libertad e igualdad social y un regalo preciosísimo de Dios a la raza humana.
Con todo esto en mente, la Iglesia Católica en California se compromete a redoblar sus esfuerzos para alentar, celebrar y acompañar a los matrimonios y novios a través de nuestra iniciativa Qué Brille el Amor. Invitamos a las parejas católicas de cualquier edad o situación a involucrarse en su parroquia y visitar la página de internet frecuentemente en los próximos doce meses. Allí encontrarán material y sugerencias para llevar lo mejor de sí mismos y la alegría de la gracia del Señor a su relación y vida familiar, así como Jesús ofreció vino bueno en la Boda de Caná. Favor de aceptar esta iniciativa como nuestro regalo de esperanza para el matrimonio y la vida familiar.
Qué Dios todopoderoso los bendiga y guarde para siempre,
Los Obispos Católicos de California