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Votar por un candidato político es una forma importante en la que como ciudadanos luchamos por lograr el bien común. Pero esto a menudo viene cargado de ambigüedades que lo convierten en algo difícil. A su vez, a menudo hay profundas cuestiones morales en juego para las cuales la Iglesia tiene un mensaje claro. Por lo tanto, es comprensible que algunas personas deseen la aportación de la Iglesia en cuanto a quién puede ser el mejor candidato. Entonces, ¿por qué la Iglesia no promueve a candidatos políticos?
Las razones de esto son muchas, y aunque el mantener la exención de impuestos del que goza la Iglesia sí desempeña un papel, ésta no es la razón principal. Eso se basa en la relación entre el trabajo de las autoridades civiles y el de la propia Iglesia.
El Concilio Vaticano II hizo distinciones claras entre las competencias de la Iglesia y el gobierno civil. Aunque no sean estrictamente independientes ni estén desligados el uno del otro, la Iglesia dio enseñanzas claras que pueden ayudarnos a entender por qué no promueve a candidatos.
En Gaudium et Spes, después de enseñar importantes principios por los cuales los gobiernos deben establecerse y dirigirse al bien común, los Padres enseñaban que la Iglesia, aunque no se desvincula de la moralidad de la acción política, es en el fondo independiente de ella:
“La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter trascendente de la persona humana” (GS, 76).
La Iglesia y la comunidad política son autónomas e independientes en sus propios campos y se dedican a la vocación social y personal de los mismos individuos. Y por lo tanto, Gaudium et Spes explica que cuanto más se fomente la cooperación mutua entre ambas “más eficaz será su servicio para el bien de todos”.
Además, para seguir siendo eficaz en su misión, la Iglesia puede renunciar a algunos privilegios e incluso derechos de los que gozaba anteriormente si al hacerlo ofrece una mayor ventaja. Es con esta postura en la relación entre la Iglesia y la comunidad política que consideramos la cuestión de la promoción de candidatos.
Podemos ver que, manteniendo la objetividad y la distancia apropiada de ciertas actividades políticas, sin renunciar a su urgente función de enseñanza, la Iglesia encuentra más conveniente y más acorde con su misión universal e intemporal abstenerse de promover a candidatos.
Esto es para evitar el escándalo o la ambigüedad en la proclamación del Evangelio, y crear divisiones innecesarias entre los fieles. Aunque muchos pueden creer que nuestra fe católica nos impulsa a votar por un candidato en particular, es una rara ocasión en la que un candidato político representa todo lo que la Iglesia enseña tanto en posiciones como en trayectoria. Al no respaldar a candidatos que en mayor o menor grado pueden estar en desacuerdo con las enseñanzas de la Iglesia, la Iglesia evita proyectar confusión sobre la verdad católica. De la misma manera, la Iglesia evita la posibilidad de futuros escándalos al no promover a candidatos que puedan, después de ser elegidos, cambiar de posición o no cumplir sus promesas.
En armonía con esta visión de la relación de la Iglesia con la comunidad política, el derecho canónico (derecho eclesiástico), al definir los derechos y la responsabilidad de los clérigos (el clero), les prohíbe asumir cargos públicos que impliquen el ejercicio del poder político (Can. 285 §3); o tomar “una parte activa en los partidos políticos” (excepto para los diáconos permanentes). Esto es cierto, excepto en los casos que la autoridad eclesiástica juzgue que son muy necesarios para lograr el bien común (Can. 287 §2). Y por lo tanto, la Iglesia, para cumplir su propia y universal misión, permanece independiente de la política partidista.
Pero, ¿la Iglesia ofrece alguna orientación en cuanto a la votación?
Sí. En su papel y autoridad representando a Cristo como maestro, la Iglesia da una guía segura y una enseñanza directa en áreas de legislación e incluso a veces acciones políticas. Este es su derecho y responsabilidad en la formación de las conciencias de los cristianos y de todas las personas de buena voluntad. Como enseña Gaudium et Spes:
“…es de justicia que pueda la Iglesia predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna, y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden público, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas” (GS, 76)
La Iglesia hace esto al proclamar y aplicar la Doctrina Social Católica a las circunstancias sociales de diferentes tiempos y lugares. Se insta a los fieles a que se sumerjan en una comprensión más profunda de la Doctrina Social Católica, así como a que lean los signos de los tiempos a nivel local, nacional y mundial, para vivir fiel e inteligentemente el llamado y el mandato de Cristo de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
En ese espíritu, los Obispos de EE.UU. enseñan que “un católico no puede votar a favor de un candidato que toma una posición a favor de algo intrínsecamente malo, como el aborto provocado, la eutanasia, el suicidio asistido, el sometimiento deliberado de los trabajadores o los pobres a condiciones de vida infrahumanas, la redefinición del matrimonio de formas que violan su significado esencial, o comportamientos racistas, si la intención del votante es apoyar tal posición”. (USCCB, Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles, par. 34). Esto sería una cooperación formal (o intencional) en un mal grave. Sin embargo, un católico que no comparta la intención del candidato con respecto a estos actos intrínsecamente inmorales, puede por razones moralmente graves, votar por este candidato si la gravedad es real para justificar este curso de acción. Además, “cuando todos los candidatos tienen una posición que favorece un mal intrínseco”, el católico puede votar por el candidato que piense que sea quien probablemente menos promueva tal posición moralmente defectuosa (y así, al menos, templar tales males), y que sea quien probablemente más apoye otros bienes morales (USCCB, 36). Un católico en este caso también puede optar por abstenerse de votar, tal vez como una forma de protesta. La Iglesia también nos recuerda que hay muchos otros medios para comprometer continuamente a la comunidad política en la construcción de una sociedad más justa y equitativa más allá del voto. Y así, nuestra responsabilidad de construir una civilización justa va más allá de las urnas en nuestra vida cotidiana.
¿Dónde puedo obtener más orientación sobre cómo seguir siendo consistentemente católico, manteniendo la conciencia tranquila, mientras se participa en la arena política y en la votación? Vea el documento de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles. Además, inscríbase para la Red Legislativa Católica para medidas propuestas y orientación adicional.