Hoy es un día para dar gracias y celebrar. La Conferencia de Obispos Católicos de California recibe con profunda satisfacción la decisión de la Corte Suprema en el caso Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization, que ha afirmado nuestra arraigada creencia de que la vida es preciosa
Hoy es un día para dar gracias y celebrar. La Conferencia de Obispos Católicos de California recibe con profunda satisfacción la decisión de la Corte Suprema en el caso Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization, que ha afirmado nuestra arraigada creencia de que la vida es preciosa, valiosa y debe ser protegida, y que los estados tienen un interés imperioso en proteger al no nacido y limitar el aborto. Esta ha sido nuestra oración, la oración de la Iglesia, durante los últimos 50 años.
Si bien celebramos esta decisión -la culminación de la oración y de décadas de promoción legislativa, de eventos de afirmación de la vida, de dedicar tiempo y recursos a los centros de embarazo y de acompañar a las familias que se enfrentan a un embarazo no planificado- en muchos sentidos, nuestro trabajo acaba de comenzar.
El dictamen en el caso Dobbs es un rayo de luz y esperanza en la guerra contra la santidad de la vida, pero la batalla y el trabajo están lejos de terminar. En el Capitolio se está tramitando una legislación de expansión extrema del aborto, y el gobernador ha prometido consagrar el aborto en la constitución del estado. El Estado se esfuerza por hacer que el aborto sea asequible, accesible y conveniente sin hablar de servicios equitativos para las mujeres que esperan con ilusión el nacimiento de su hijo o para las que ya son madres. Esta postura hará que acabar con una vida sea fácil, pero que conservarla sea más difícil.
Por nuestra parte, debemos redoblar nuestros esfuerzos para revertir la priorización del aborto por parte del Estado con el fin de ayudar a las mujeres a criar a sus hijos a pesar de las circunstancias desalentadoras.
Tras décadas de tomar de la mano a quienes se enfrentan a la decisión de abortar, sabemos que para muchas mujeres el aborto no es una decisión que quieran tomar, sino una decisión que sienten que tienen que tomar. Por nuestro trabajo con las madres y las familias, sabemos que no necesitan servicios de aborto ampliados. Necesitan asistencia en materia de vivienda, atención prenatal y posparto, protección frente a la violencia intrafamiliar, permisos de trabajo remunerados para las familias y adaptaciones de los empleadores en materia de maternidad. Con la creciente inflación y el aumento de los costos de la vivienda y la atención médica, California no es un lugar fácil para criar a un niño. Nos comprometemos a ampliar el acceso a los servicios de afirmación de la vida que potencian a las mujeres en nuestro estado con la confianza de que no van a vivir el embarazo o la crianza de sus hijos solas o con miedo.
Estamos orgullosos de que, durante décadas, la Iglesia católica de California ha apoyado a las mujeres, a los niños y a las familias, caminando de la mano con las que se encuentran en crisis de embarazo, apoyando a las familias mediante la prestación de servicios de maternidad, suministros y recursos para la crianza de los hijos, asistencia en materia de vivienda, apoyo a la salud mental y abogando por el aumento de los servicios sociales.
La Conferencia de Obispos Católicos de California se compromete fervientemente a asegurar que las mujeres de California sepan que se les apoya y que hay opciones cuando se enfrentan a un embarazo no planificado. Instamos a los legisladores a que proporcionen una asistencia equitativa y destinen nuevos fondos y recursos para la maternidad y el cuidado de los niños. California tiene que ser un santuario para las mujeres, los niños y las familias que luchan por prosperar en nuestro estado en vez de para quienes procuran abortar. Es hora de invertir las prioridades del estado.
Mientras tratamos de contener la expansión del aborto en California y trabajamos para derrotar los esfuerzos de los líderes estatales para consagrar el aborto en la constitución del estado de forma permanente, pedimos que todos los católicos a lo largo del estado afronten este momento y participen activamente a través de la Conferencia Católica de California, en sus diócesis y parroquias, y en sus comunidades. No es suficiente afirmar que se está a favor de la vida; hay que ser las manos y los pies de Cristo trabajando para hacerla realidad. Seamos una voz fuerte, una luz brillante y un faro de esperanza.
Y mientras nos alegramos hoy de la decisión de la Corte Suprema y de las innumerables vidas que se salvarán gracias a ella, esperamos aumentar nuestro trabajo para proteger la santidad de cada vida y apoyar a las mujeres, los niños y las familias de California.